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¡Hola a todos y bienvenidos! Es un gusto enorme compartir este tiempo con ustedes, especialmente al inicio de este nuevo año.

Para comenzar, me gustaría que por un momento recordemos esos propósitos que nos hicimos el año pasado. ¿Alguno se animaría a compartir con nosotros un propósito que haya logrado cumplir? ¿Y alguno que, tal vez, se quedó en el camino? 


Es interesante, ¿verdad? Cómo algunos propósitos se cumplen con facilidad y otros parecen desvanecerse con el paso de los días. A veces lo logramos, a veces no, ¡y está bien! Lo importante es que no dejemos de intentarlo y de buscar esa mejor versión de nosotros mismos que Dios quiere que seamos.


Y precisamente de eso quiero hablarles hoy: de "Propósitos con Propósito". Porque los propósitos de año nuevo pueden ser mucho más que simples deseos pasajeros o metas superficiales. Pueden convertirse en verdaderos instrumentos de transformación en nuestras vidas si los alineamos con la voluntad de Dios.


La pregunta clave que nos guiará en esta reflexión es: ¿Cómo podemos asegurarnos de que nuestras metas para este nuevo año reflejen el plan que Dios tiene para nosotros?

¡Acompáñenme en este viaje de descubrimiento y aprendamos juntos a alinear nuestros deseos con el corazón de Dios!


El problema con los propósitos tradicionales


Frágiles y pasajeros:


¡Es cierto! A menudo, nuestros propósitos de año nuevo se parecen más a una lista de deseos que a un plan de acción concreto. Nos llenamos de entusiasmo en diciembre, pero para febrero, esas buenas intenciones se han desvanecido como la niebla matutina.

Un estudio realizado por la Universidad de Scranton reveló que solo el 8% de las personas logran cumplir sus propósitos de año nuevo. ¡Un porcentaje desalentador! Parece que la mayoría de nosotros tropezamos con los mismos obstáculos una y otra vez.


¿Cuáles son esos obstáculos? Bueno, algunos son bastante evidentes: la falta de motivación, la falta de planificación, el establecer metas poco realistas... Nos proponemos correr una maratón sin haber entrenado antes, o ahorrar una fortuna sin tener un presupuesto definido. Y claro, ante la primera dificultad, nos desanimamos y abandonamos.


Enfoque egocéntrico:


Pero hay otro problema más profundo, un problema que radica en la misma esencia de nuestros propósitos. Muchos de ellos se centran exclusivamente en nosotros mismos, en nuestros deseos, nuestras necesidades, nuestras ambiciones. Queremos "bajar de peso para vernos mejor", "conseguir un mejor trabajo para ganar más dinero", "viajar por el mundo para disfrutar la vida". Y si bien no hay nada de malo en desear cosas buenas para nosotros mismos, corremos el riesgo de caer en el egocentrismo, en el "yo" como centro del universo.


Jesús mismo nos enseñó que el camino a la verdadera felicidad no se encuentra en la búsqueda egoísta de nuestros propios intereses, sino en el servicio a los demás y en la búsqueda del reino de Dios. En Mateo 6:33 (NVI) leemos: "Busquen primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas les serán añadidas".


Cuando nuestros propósitos se centran únicamente en nuestra propia satisfacción, nos estamos perdiendo la plenitud de vida que Dios quiere darnos. Nos convertimos en como el joven rico que, a pesar de tenerlo todo, se alejó triste porque no estaba dispuesto a renunciar a sus riquezas para seguir a Jesús (Marcos 10:17-22 NVI).


Ejemplo bíblico:

La Biblia está llena de ejemplos de personas que, guiadas por su propia voluntad, se alejaron del plan de Dios y terminaron enredadas en problemas y frustraciones.


Recordemos a Caín, quien cegado por la envidia, asesinó a su propio hermano (Génesis 4:1-16 NVI). O al rey Saúl, que desobedeció las instrucciones de Dios y perdió su reino (1 Samuel 15 NVI).


Pero uno de los ejemplos más impactantes es el de Jonás. Dios lo llamó a predicar en Nínive, una ciudad llena de maldad y violencia. Pero Jonás, movido por sus prejuicios y su falta de compasión, decidió huir en dirección opuesta. Tomó un barco rumbo a Tarsis, lejos de la misión que Dios le había encomendado.


¿Y qué sucedió? Una gran tormenta azotó el barco, poniendo en peligro la vida de todos los tripulantes. Jonás, consciente de que era el causante de la tempestad, pidió que lo arrojaran al mar. Y allí, en medio de las aguas turbulentas, fue tragado por un enorme pez.

En el vientre del pez, Jonás tuvo tiempo de reflexionar sobre su desobediencia y clamar a Dios por misericordia. Finalmente, después de tres días, el pez lo vomitó en tierra firme. Y esta vez, Jonás obedeció la voz de Dios y fue a Nínive a proclamar el mensaje de arrepentimiento.


La historia de Jonás nos enseña una valiosa lección: cuando nos empeñamos en seguir nuestro propio camino, ignorando la voluntad de Dios, terminamos perdiéndonos en un mar de dificultades y frustraciones. Pero cuando nos humillamos y nos sometemos a su dirección, Él nos rescata, nos perdona y nos guía por el camino correcto.


Así que, al iniciar este nuevo año, los invito a reflexionar: ¿cuáles son nuestros verdaderos propósitos? ¿Son simples deseos pasajeros, o reflejan el plan que Dios tiene para nuestras vidas? ¿Estamos buscando nuestra propia gloria, o la gloria de Dios?

Recordemos las palabras del apóstol Pablo en Colosenses 3:17 (NVI): "Y todo lo que hagan, de palabra o de obra, háganlo en el nombre del Señor Jesús, dando gracias 1 a Dios el Padre por medio de él".

Que este nuevo año sea una oportunidad para alinear nuestros propósitos con la voluntad de Dios y experimentar la plenitud de vida que Él nos ofrece.


Descubriendo la voluntad de Dios


Hemos visto que muchos de nuestros propósitos fracasan porque se quedan en la superficie, se enfocan en nosotros mismos e ignoran la voluntad de Dios. Pero, ¿cómo podemos descubrir esa voluntad? ¿Cómo podemos saber qué es lo que Dios quiere para nuestras vidas?

La respuesta, amados hermanos, se encuentra en la búsqueda constante de Su presencia. Y esa búsqueda se realiza a través de diversos medios que Dios, en Su infinita bondad, ha puesto a nuestra disposición.


La importancia de la oración:


En primer lugar, la oración. La oración es el canal de comunicación que tenemos con nuestro Padre celestial. Es a través de la oración que le expresamos nuestras inquietudes, nuestros deseos, nuestras necesidades. Y es también a través de la oración que le pedimos Su guía, Su sabiduría, Su dirección.


En Mateo 7:7-8 (NVI) Jesús nos dice: "Pidan, y se les dará; busquen, y encontrarán; llamen, y se les abrirá. Porque todo el que pide, recibe; el que busca, encuentra; y al que llama, se le abre."  

La oración no es un monólogo, sino un diálogo. No se trata solo de hablar con Dios, sino también de escucharlo. De silenciar nuestros pensamientos y abrir nuestro corazón a Su voz.


Lectura y meditación de la Biblia:


Otro medio fundamental para conocer la voluntad de Dios es la lectura y meditación de la Biblia. Las Escrituras son la Palabra de Dios, inspirada por el Espíritu Santo. En ellas encontramos la revelación de Su carácter, Sus mandamientos, Su plan redentor.


En 2 Timoteo 3:16-17 (NVI) leemos: "Toda la Escritura es inspirada por Dios y útil para enseñar, para reprender, para corregir y para instruir en la justicia, a fin de que el siervo de Dios esté enteramente capacitado para toda buena obra."  


Al leer la Biblia, no solo adquirimos conocimiento intelectual, sino que permitimos que la Palabra de Dios transforme nuestro corazón y nuestra mente. La meditación nos ayuda a interiorizar las enseñanzas bíblicas y a aplicarlas a nuestra vida diaria.


Escuchar la voz del Espíritu Santo:


Además de la oración y la lectura de la Biblia, tenemos el privilegio de contar con la guía del Espíritu Santo. Él es el Consolador, el Ayudador, el que nos ilumina, nos convence y nos guía a toda verdad.

Jesús prometió a sus discípulos: "Pero el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, les enseñará todas las cosas y les hará recordar todo lo que les he dicho." (Juan 14:26 NVI)  


El Espíritu Santo habla a nuestro corazón de diversas maneras: a través de una paz interior, una intuición, una convicción, una circunstancia. Es importante estar atentos a Su voz y obedecer Sus indicaciones.

Discernimiento en comunidad:


Finalmente, no debemos olvidar el valor del discernimiento en comunidad. Compartir nuestros propósitos con otros creyentes, especialmente con aquellos que son maduros en la fe, nos puede ayudar a evaluar si nuestras metas están alineadas con la voluntad de Dios.


En Proverbios 15:22 (NVI) leemos: "Los planes fracasan por falta de consejo; muchos consejeros traen éxito."

Al buscar el consejo de otros, nos abrimos a nuevas perspectivas, recibimos palabras de aliento y corrección, y fortalecemos nuestros lazos de comunión.


En resumen, descubrir la voluntad de Dios es un proceso que requiere búsqueda constante, humildad, obediencia y comunión con otros creyentes. No es algo que se logre de la noche a la mañana, sino que se va desarrollando a lo largo de nuestra vida cristiana.


Alineando nuestras metas 


¡Qué emocionante es llegar a este punto! Hemos reflexionado sobre la importancia de alinear nuestros propósitos con la voluntad de Dios, y hemos explorado diferentes maneras de descubrir Su plan para nuestras vidas.

Ahora bien, ¿cómo traducimos todo esto en acciones concretas? ¿Cómo establecemos metas que realmente honren a Dios y contribuyan a Su reino?


Propósitos que glorifiquen a Dios:


Ante todo, recordemos que no se trata de "ser mejores personas" en un sentido meramente humano. No se trata de alcanzar el éxito mundano o la felicidad superficial. Se trata de reflejar la imagen de Cristo en cada área de nuestra vida. Se trata de ser sal y luz en este mundo, de llevar el amor y la verdad de Dios a quienes nos rodean.


En 1 Corintios 10:31 (NVI) leemos: "Así que, ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios".

Nuestros propósitos deben estar motivados por el amor a Dios y el deseo de servirle. Deben reflejar nuestros valores cristianos y contribuir al crecimiento del Reino de Dios.


Ejemplos prácticos:


Para que esto sea más claro, veamos algunos ejemplos concretos de propósitos alineados con la voluntad de Dios en diferentes áreas de nuestra vida:


Herramientas para el éxito:


Para que nuestros propósitos no se queden en simples intenciones, es importante utilizar herramientas que nos ayuden a alcanzar nuestras metas. Una de ellas es el método SMART:



Además, es fundamental mantener la motivación a lo largo del año. Para ello, podemos:


¡Animo, amados hermanos! Pongamos nuestros propósitos en las manos de Dios y confiemos en que Él nos ayudará a alcanzarlos. Que este nuevo año sea un tiempo de crecimiento, transformación y abundante bendición en nuestras vidas.


Conclusión


¡Hemos llegado al final de nuestra reflexión, pero esto es solo el comienzo! Ahora es el momento de poner en práctica todo lo que hemos compartido. Es el momento de tomar decisiones, de comprometernos con nuestros propósitos, de dar ese primer paso de fe.


No tengan miedo, amados hermanos. No se sientan abrumados por la tarea que tienen por delante. Recuerden que no están solos. Dios está con ustedes, y Su gracia es suficiente para llevarlos a la victoria.

En 2 Corintios 12:9 (NVI) leemos: "Pero él me dijo: «Te basta con mi gracia, pues mi poder se perfecciona en la debilidad». Por lo tanto, con mucho gusto me gloriaré más bien en mis debilidades, para que repose sobre mí el poder de Cristo."

Confíen en la promesa de Dios. Apóyense en Su fuerza. Y avancen con valentía, sabiendo que Él les guiará y les sostendrá en cada paso del camino.


Los invito a que, al salir de este lugar, no dejen que estas palabras se las lleve el viento. Tomen un tiempo para reflexionar en oración. Escriban sus propósitos. Compártanlos con alguien de confianza. Y comiencen a trabajar en ellos, con determinación y perseverancia.

No se conformen con propósitos superficiales o pasajeros. Busquen propósitos con propósito. Propósitos que glorifiquen a Dios, que bendigan a otros y que les permitan experimentar la plenitud de vida que Él les ofrece.


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